27/9/07

Cuéntame un pedo

Hay pedos y pedos. Los hay estruendosos, rimbombantes y ondulados. Y también los hay rabiones, breves y redondos.
Lo mismo pasa con la literatura. Quiero decir, la literatura es como los pedos. Las ventosidades copiosas corresponderían a las grandes novelas, con las que uno se regocija con gran gusto. Cuando abro por la primera página una novela de más de 300, suelo relajar el esfínter. No es casualidad.
En cambio, los pedos breves son sin duda más concisos. O, para ser más exactos, ejercen un efecto azotador que le deja a uno en un estado de estulticia casi delicioso. Seria la correspondiente a los cuentos, que desde principio a fin, por su brevedad, me mantienen el culito bien tenso.
La escritora argentina Luisa Valenzuela se tiró un día un pedo delicioso. El más breve de la historia del cuento, de solo dos palabras. Tenía un título provocadoramente largo:

'El sabor de una medialuna a las nueve de la mañana en un viejo café de barrio donde a los 97 años Rodolfo Mondolfo todavía se reúne con sus amigos los miércoles por la tarde.
-Que bueno.'

Pues eso, que pedo tan bueno; título ondulado, cuento redondo.

1 comentari:

Anònim ha dit...

Ha tornat un miserable.